Macrofiestas más seguras – ENTREVISTA al responsable de Civittas

ENTREVISTA | Cristóbal Alzamora, responsable de la empresa de seguridad Civittas

Macrofiestas más seguras

Macrofiesta frente al puerto de Valencia el pasado mes de mayo. | E.M.
Macrofiesta frente al puerto de Valencia el pasado mes de mayo. | E.M.
  • Se han de elaborar planes de seguridad específicos para cada evento
  • El aforo máximo debe ser simpre revisado porque la distribución puede cambiar
  • Para que el control de acceso sea eficaz, se deben realizar registros y cacheos
  • Debe haber carriles para que los asistentes entren de uno en uno
  • Los vigilantes deber llevar uniformes que les distinga del resto

Yaiza Perera | Madrid

Actualizado sábado 03/11/2012 17:20 horas

Desde el año 2000, al menos 150 personas, la mayoría jóvenes, han muerto durante la celebración de un evento multitudinario por agolpamientos, estampidas o circunstancias similares a las vividas la pasada noche de Halloween en el Madrid Arena, donde cuatro chicas perdieron la vida. Y tras las causas de estas catástrofes aparecen habitualmente el incumplimiento de las normas de seguridad y la superación de los límites permitidos de aforo, a lo que se suma, empeorando la situación, el pánico que suelen sentir los afectados.

Cristóbal Alzamora, responsable de la empresa de seguridad privada Civittas y con experiencia en el control de grandes eventos en Madrid, detalla algunos de los aspectos básicos que deberían cumplir las macrofiestas para garantizar en la mayor medida posible la seguridad de los asistentes y que, en su opinión, debería hacerse extensible a discotecas o cualquier evento que reúna a más de 200 personas, donde el riesgo es «igual o mayor».

Planes de seguridad específicos

La normativa establece que los organizadores deben presentar un plan de seguridad que haya sido elaborado por un experto cualificado. En él se evalúan todos los posibles riesgos y para ello se tiene en cuenta no sólo el aforo que se supone que va a haber, las salidas de emergencias y otras vías de evacuación sino también otros aspectos que van desde el perfil de los asistentes hasta las condiciones climatológicas, el tráfico circundante o el estacionamiento.

La legislación actual lo único que exige es «garantizar la seguridad del evento», sin establecer mínimos y en ocasiones, la búsqueda del bajo coste lleva a que estos planes no sean específicos para cada evento, lo que menoscaba la seguridad. La administración -en el caso del Madrid Arena, el Ayuntamiento de Madrid -debe autorizarlo y en el caso de que no sea adecuado, dar un plazo de tiempo para que sea subsanado. Posteriormente, una vez organizado, los distintos Cuerpos y Fuerzas de seguridad deben ocuparse de verificar que ese plan de seguridad se ha implantado en base a lo establecido. Si no es así, tienen la potestad de paralizar o incluso suspender el evento.

El aforo máximo debe ser revisado para cada evento porque la distribución del recinto puede cambiar. Eso mismo ocurrió en el Madrid Arena. Fueron retiradas las gradas, se colocó una pista que redujo «el aforo un 60-70%», pero se asignó el mismo número de personas, 10.600. Tampoco se puede contabilizar del mismo modo las plazas cuando se trata de gente sentada en una localidad que cuando está de pie o bailando.

Controles de acceso, con tiempo suficiente

El control en la entrada a los grandes eventos sirve en teoría de filtro para evitar, entre otros puntos, el acceso de menores a eventos prohibidos para ellos, de personas que hayan consumido alcohol o drogas o que lleven algún tipo de material que pueda suponer un riesgo para la seguridad. Pero en la práctica no siempre cumple esa función. La pasada noche de Halloween en Madrid se constató la presencia de menores en el Madrid Arena y alguno de los asistentes pudo, ante el estupor general, encender una bengala.

Para que el control de acceso a un recinto sea efectivo, el personal de seguridad debe realizar registros y cacheos -más eficaces que los escáneres que sólo detectan lo metálico- y para ello es imprescindible que los organizadores contraten personal de seguridad, no controladores de acceso, que no pueden realizar esas prácticas y su trabajo se limita «a hacer respetar el derecho de admisión y controlar que la entrada sea la correcta». La necesidad de reducir costes está llevando, sin embargo, a algunas empresas a decantarse por los segundos, según advierte Alzamora.

Debe haber carriles para que los asistentes entren de uno en uno y no haya riesgo de avalanchas. Por ley, sugiere Alzamora, debería ser obligatorio que todos ellos mostraran su carnet de identidad al mismo tiempo que la entrada. Sin embargo, advierte, es «imposible controlar de forma correcta el acceso de 10.000 personas por ocho puertas en una hora». Ampliar el horario de entrada para que fuera escalonado sería más que recomendable, pero en muchos casos esto supondría un incremento del coste del alquiler del recinto y los organizadores se resisten a ello. Empresas como Civittas trata de recurrir a vigilantes de experiencia para agilizar la entrada pero que sea bajo el mayor control posible.

Vigilantes, localizados y localizables

La ley no establece un número mínimo de vigilantes pero algunas Comunidades Autónomas estipulan un vigilante por 300 personas. Esta proporción es adecuada, según Cristóbal Alzamora, pero deben tenerse en cuenta también otras circunstancias: el número de salidas de emergencias (habría que colocar un vigilante en cada una), si hay parking (se debe controlar el paso de los vehículos), si hay escenario (evitar que los asistentes se suban a él)…

Los vigilantes de seguridad reciben una preparación básica con un curso de 180 horas en el que aprenden determinados aspectos legislativos, primeros auxilios, cómo actuar frente a un incendio, defensa personal y el empleo de determinadas herramientas profesionales. La ley marca que cada año la empresa debe ofrecer un curso de reciclaje de 20 horas. Sin embargo, la formación supone un desembolso para la empresa y no siempre los vigilantes reciben la preparación adecuada.

Alzamora insiste en este punto, en la necesidad de que se realice una «preparación previa» del vigilante que va a acudir a un evento y no «ponerle en la puerta de emergencias» esa misma noche sin explicarle «qué tiene que hacer». Suelen celebrarse reuniones de coordinación a las que asisten los responsables de la organización del evento pero sin hacer partícipes de ellas, ni de sus conclusiones, a las personas que se ocupan sobre el terreno de la seguridad.

Los vigilantes deber ser un punto de referencia para ayudar y llevar un uniforme que les distinga del resto. Si no tenemos «estas consignas podemos poner el número de vigilantes que queramos que no servirá de nada».

Evacuación ordenada

El procedimiento más adecuado en caso de emergencia es que policías y vigilantes de seguridad abran las puertas e informen a los asistentes de que deben salir. Cuanto más despacio y más ordenado mejor. Y hacerlo en las puertas porque si el aviso se da desde megafonía se puede desatar el pánico. El responsable de la seguridad en eventos de Civittas coincide en este punto con la decisión tomada en la trágica noche de Halloween en Madrid porque si se hubiese hecho de otro modo las consecuencias podrían haber sido aún más devastadoras. La «gestión del pánico es muy difícil porque todo el mundo quiere salvarse«, explica.

A su juicio, el error cometido la madrugada del pasado jueves fue no limitar el aforo en el pasillo en el que se fueron agolpando los jóvenes y haber permitido que una zona de paso estuviese bloqueada. «Se tardó en prevenir». Todas las salidas de emergencia deben estar libres de «obstáculos, abiertas y señalizadas», según la legislación.

La Ley 17/1997, de 4 de julio, de espectáculos públicos y actividades recreativas, que rige en la Comunidad de Madrid establece en su artículo 3º que sobre las puertas debe aparecer la indicación ‘salida’ o ‘salida de emergencia’ según su finalidad de las puertas, «con letras bien visibles e iluminadas por lámparas pertenecientes al alumbrado de señalización y de emergencia». Sin embargo, para Civittas, es necesario reforzar la visibilidad de estas vías de evacuación y para ello utiliza también la figura del vigilante de seguridad, posicionando a uno en cada puerta. Él será el encargado de controlar que nadie se ‘cuele’, que nadie salga y que no se bloqueen. En caso de emergencia, debe ser el encargado de abrirlas e indicar a cada persona que salga.

En base a la normativa, en Madrid, siempre que el aforo del local exceda de 1.000 o de 100 espectadores o asistentes, se debe disponer respectivamente, de una enfermería o botiquín convenientemente dotados para prestar los primeros auxilios en caso de accidente o enfermedad repentina. Y en los eventos masivos se suelen establecer corredores por los que evacuar a los heridos así como puntos de atención médica en diversas partes del recinto.

«La seguridad al 100% no existe. Evitar que pasen cosas es imposible. Solo se pueden evaluar lo mejor posible los riegos e intentar poner los medios para que en el caso de que ocurra algo minimizar los daños», advierte Alzamora. La concesión estricta de las autorizaciones para la organización de eventos, la gestión correcta del aforo por parte de las administraciones, prevenir riesgos con la exigencia de planes de seguridad específicos y la posterior revisión de su cumplimiento son algunas de las claves para alejar de una fiesta el fantasma de la tragedia.

ElMundo.es 03/11/2012